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Javier Ponferrada López

Comunicación Periodística – Grupo 43

 

LA DESINFORMACIÓN

 

Si hay algo que abunde hoy en día, eso es información. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, ya sea de manera directa o indirecta, nos vemos avasallados con cientos de noticias cada día. En la mayoría de casos, nos limitamos a leer o escuchar la noticia y continuar con nuestras rutinas, pero no nos damos cuenta que debemos dedicar, aunque solo sean unos minutos, a comprobar si lo que nos acaban de contar es falso o no, porque de este modo evitamos que nos manipulen o nos intenten colar bulos, esto es, que estemos desinformados.

 

Hablo desde mi propia experiencia cuando digo que cada vez que entro a cualquier red social, en especial Twitter, me encuentro cada día con decenas de noticias de las que probablemente el 50% de todas ellas sean falsas. Hace unos años, cuando empezó toda la corriente de las mal denominadas noticias falsas (en inglés, fake news), muchos eran los usuarios, entre los que yo me incluyo, que se quedaban atónitos ante lo que leían, pues, aunque en la mayoría de casos se trataban de noticias un tanto descabelladas, nuestra “inocencia” y falta de rigor nos hacía caer en la trampa.

 

En pleno 2019 estamos ya bastante escarmentados, pues hemos vivido diferentes episodios muy mediáticos que nos han hecho abrir los ojos acerca de la era de la desinformación en la que vivimos. Me refiero, como no, a la política, ese ámbito de la sociedad donde día sí y día también se crean bulos, noticas fabricadas, impostoras y/o manipuladas, todo con el fin de desprestigiar al adversario político y hacerle bajar en votos. Por desgracia para ellos, muchas son las veces que sus palabras se ven desmontadas, quedando en evidencia. Sin embargo, también ha habido veces en las que la desinformación ha jugado un papel clave en la política, me refiero en este caso al supuesto escándalo de pederastia que envolvió a Hillary Clinton y que lo mas seguro le hizo perder numerosos votos en las elecciones de 2016. Evidentemente era un bulo, pero mucha gente se quedó únicamente con lo impactante del titular, no se molestó en comprobar si era verdad realmente o no, hecho que suele ser lo mas habitual ante este tipo de noticias.

 

Otro factor muy importante a la hora de hablar sobre la desinformación son las facilidades de las que disponemos hoy en día para crear contenido en internet y, por ende, información de dudosa calidad. En el siglo pasado los principales medios de transmisión de información eran la televisión, la radio y la prensa escrita; con la llegada de la digitalización todo esto ha cambiado. Ha cambiado y para mal diría yo, puesto que tienen más peso los “likes” o “me gustas” que se puedan ganar hoy en día en internet compartiendo una noticia falsa o manipulada que la mera intención de informar sin segundas intenciones, sin quererse aprovechar de la situación ni perjudicar a nadie.

 

El anonimato y los círculos cercanos de influencia también juegan una mala pasada. Con lo primero me estoy refiriendo a que cualquiera pueda redactar y compartir un hecho que suscite interés, pero no por ello ha de ser un contenido del que hayamos de fiarnos. Al igual que sucede con los “haters” de internet, valerse del anonimato del que nos brindan las redes sociales permite a muchas personas crear un contenido engañoso (el llamado clickbait) y envuelto en mucha polémica para después borrar sus cuentas y desaparecer sin dejar rastro. Lo segundo a lo que hacía referencia es nuestro circulo mas cercano de influencias, ya que muchas veces son ellas las que nos transmiten una visión distorsionada de la realidad. Con esto quiero decir que cuando un familiar o un amigo te envíe por WhatsApp una noticia o te la relate él mismo, no debes caer en el error de, inmediatamente, reenviárselo a mas gente, pues desconoces de donde ha conseguido la información tu amigo y, lo peor de todo, estás colaborando para que la bola de nieve de ese bulo se haga todavía más y más grande.

 

Afortunadamente, son ya varios los organismos que existen hoy en día para “combatir” las noticias falsas y, por consiguiente, la desinformación. Tenemos por ejemplo a Newtral, una startup dirigida por Ana Pastor y la cual fue creada con el fin de ayudar a la gente para resolver sus dudas acerca de si una noticia es verdadera o no. La mecánica es simple, tu les envías el link de una noticia o incluso una fotografía y ellos investigan si lo que te han contado es verdad o no, para que de este modo no sigas divulgando la noticia y, sobre todo, para que no vivas en una mentira hasta que descubras que lo que te habían contado era totalmente falso. En la televisión tenemos el caso de Todo es Mentira, un programa diario de reciente creación y dirigido por Risto Mejide que también se dedica a desmontar noticias o comentarios de terceros.

 

Algunos podrán decir que todos estos medios son bastante beneficiosos para ayudarnos a todos los demás, y yo, aunque no ponga en duda estos pensamientos, también creo que dice muy poco de nosotros que tengamos que hacer uso de estas plataformas para comprobar si una noticia es falsa o no. Lo que quiero decir con esto es que hemos llegado a un punto de no retorno, un punto en el que hasta los medios profesionales hacen uso de noticias falsas o al menos manipuladas para atraer la atención del lector, donde las redes sociales han permitido que se denigre la imagen del periodista profesional y donde hemos encumbrado la sociedad del espectáculo hasta su máximo nivel.

 

Si tuviera que quedarme con una sola palabra para definir todo lo que envuelve a la desinformación ésta sería ironía, porque es irónico que en la época en la que vivimos, totalmente digitalizada y en la que podemos conectar unos con otros de una manera rápida y sencilla, sea a su vez en la que más desinformados estamos, y porque nosotros queremos. No hemos hecho ni estamos haciendo un uso adecuado de las tecnologías, nos hemos centrado únicamente en sus partes negativas y hemos hecho un uso excesivo de ellas. Nuestras prioridades han cambiado radicalmente, porque hoy en día nos interesa mas jugar con la gente, confundirla y/o manipularla que mostrarle la verdad, aunque eso nos perjudique a nosotros mismos.

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